12 de octubre de 2010

Influencias,diferencias y semajanzas del deporte griego y actual (parte 11)

Si en Lacedemonia el equilibrio entre educación física e intelectual se rompió inclinándose la balanza del lado de la formación física, en Atenas comenzó a quebrarse por el lado contrario, el de la educación intelectual, en la segunda mitad del siglo V merced a las innovaciones pedagógicas capitales que aportaron los sofistas. Dada la intensa participación de los atenienses en el gobierno de su ciudad, la finalidad de la instrucción promovida por los sofistas era la formación completa y eficaz de hombres capaces de conducir rectamente los destinos de la pólis. Ello trajo consigo una insistencia en el aspecto intelectual que provocó un cierto abandono de la educación física, la cual comienza a pasar a un segundo plano.
Así pues, a partir de los sofistas (y hasta nuestros días) la parte intelectual de la educación es la predominante, y este abandono relativo de la afición por la práctica del deporte entre la juventud ateniense es a menudo criticado por los partidarios de la educación tradicional, como es el caso de Aristófanes, sobre todo en Nubes y Ranas, donde Esquilo, adalid de la "educación antigua", acusa a Eurípides, representante de la nueva pedagogía, de haber contribuído a la decadencia moral de Atenas con sus nuevas ideas (vv.1069-1071): "tú por tu parte has enseñado a cultivar la palabrería que ha dejado vacías las palestras". Los jóvenes de ahora, repite con insistencia el cómico, no tienen fuerzas ni para sostener una antorcha por falta de entrenamiento (Ranas 1087-1088), y el propio dios Dioniso, que ha bajado al Hades en busca de Eurípides, se ve obligado a reconocer (vv.1089-1093): "por poco me muero de risa en las Panateneas, cuando vi a un hombre pesado que corría encorvado, pálido, gordo, quedándose rezagado y haciendo terribles esfuerzos". Estos tipos tan poco atléticos, nos sugiere Aristófanes, no los había en época de Esquilo porque la educación era más compensada.
Pero, en fin, aunque el lado gimnástico de la educación pasó a un segundo plano, siempre encontró un huequecito en el sistema educativo griego y es ése un rasgo positivo que volvemos a encontrar en nuestra sociedad: tanto en los sistemas políticos y educativos ideales imaginados por los filósofos como en la vida real de las ciudades griegas, los hombres dedicaban muchas horas a la práctica de la gimnasia y el deporte, y no únicamente durante los años que duraba la escuela, sino también, una vez abandonada ésta, a lo largo prácticamente de toda su vida, como ejemplifica, en el Banquete de Jenofonte, un Sócrates que, ya anciano, continúa realizando cotidianamente su tabla gimnástica para mantenerse en forma.
Para acabar, quisiera dedicar unas pocas palabras a otro rasgo que el deporte moderno ha admirado y deseado compartir siempre con el deporte griego, pero a causa, lamentablemente, de una interpretación exagerada de sus bondades. Me estoy refiriendo a la llamada "tregua olímpica" o "tregua sagrada". Tradicionalmente se ha venido creyendo que la instauración de una tregua desde el mes anterior a los juegos hasta el mes posterior a ellos suponía la interrupción de los conflictos bélicos que enfrentaban a las ciudades griegas durante este tiempo (durante la celebración de todos los Juegos Olímpicos escuchamos sistemáticamente en las ceremonias de inauguración clamar por la adopción en nuestro mundo de una tregua así entendida, de una paralización de las guerras durante el desarrollo de los juegos). El profesor Harris, uno de los más destacados estudiosos del deporte griego en nuestro siglo, ha apuntado, no sin ironía, que ello hubiera supuesto el fin de las guerras en la antigua Grecia, ya que en los demás Juegos Panhelénicos se decretaba también un armisticio semejante, y se celebraba al menos un gran festival cada año. La "tregua sagrada" no pretendía, ni podía pretender, tal cosa. Se trataba sencillamente de lograr una especie de salvoconducto que asegurara la inviolabilidad de los deportistas y de los espectadores durante su viaje hacia Olimpia y posteriormente cuando retornasen a sus ciudades respectivas, a fin de que las guerras, constantes antes como ahora, no impidiesen la celebración de los juegos. Sea como fuere, la proclamación de la tregua olímpica al menos consiguió durante un milenio lo que las modernas Olimpíadas no han logrado cuando su existencia apenas ha cumplido un siglo: que los juegos se celebren todos los cuatrienios, independientemente de los conflictos políticos y militares en que los hombres se hallen envueltos (los Juegos Olímpicos modernos han conocido ya dos largas interrupciones, durante las dos Grandes Guerras, y varios boicots).

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