1 de noviembre de 2010

Coubertin Ideario Olímpico

Antes de que la Guerra Mundial se desatara, ya sabíamos que el renacimiento deportivo, por el cultivo de la energías individuales, había creado fuerzas nacionales, y la gran tragedia de hoy lo ha probado de modo perentorio.
El instinto deportivo no es un instinto animal. Ni las ideas de progreso ni de riesgo que son, por así decirlo, sus dos polos, son accesibles a los animales. El gato y el poney de polo –los más deportistas en apariencia- no buscan nada más allá del juego; sus músculos se divierten, y eso es todo. Pero el instinto deportivo es otra cosa. Es por excelencia, un instinto de poderío; he llegado a la conclusión de que ha nacido del contacto del hombre no con el arma, sino con el caballo. El hombre armado no era necesariamente deportista. Pero el jinete debía llegar a serlo aun a pesar suyo. Me gustaría citar, sobre esto, un sugestivo texto de Heródoto que, desgraciadamente, no he traído.
El Olimpismo fue, en cierto modo, la coronación y el emblema de esta organización (la organización del deporte en la Grecia Antigua). Alrededor de manifestaciones de un atletismo reflexivo, vinieron a agruparse, en periodos fijos, todas las demás manifestaciones de la vida nacional.
El atleta apareció colaborando con el filósofo y el artista en la gloria de la patria. Encarnaba, al mismo tiempo, la fuerza eventual y su entrenamiento le permitía improvisarse como defensor suyo. Fue así como, entre el año 500 y el 449 a. J.C., cuando se cernía el peligro persa sobre el Helenismo, armadas y flotas inesperadas barrieron las ambiciones de Darío y Jerjes y la codicia de sus consejeros. Se había dudado ante la inmensidad del poderío enemigo, y más de una ciudad se inclinó a aceptar el ultimátum. Pero Atenas se levantó, y la victoria le dio la razón. Muchos siglos más tarde -la historia tiene elocuentes regresiones y se repite curiosamente- un general inglés pudo decir que el éxito británico de Waterloo se había forjado en los campos de criquet del colegio de Eton; y entonces, no es igualmente exacto proclamar que la gloria de Maraton y de Salamina se había forjado en los recintos del gimnasio griego?

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