cuba se proclama campeona de boxeo en los juegos panamericanos en 2007 |
Los presupuestos económicos dedicados al deporte en los países vanguardia del socialismo y del capitalismo son, proporcionalmente, tan importantes como los dedicados a armamento o a la tecnología de la carrera cósmica. Cada uno de los Juegos Olímpicos es una pequeña guerra referencial en la que se juega una victoria simbólica de indudables efectos propagandísticos. Para muestra, basta el botón de la más reciente participación de Cuba en los Juegos Panamericanos. El deporte cubano obtuvo triunfos impresionantes frente a los norteamericanos. La desigualdad de envergadura geofísica agrandaba la proporción de la victoria, y la renta política de la misma fue muy apreciable.
Sorprende que, llegados a este punto, los miembros del Comité Olímpico Internacional sigan preocupados por si los esquiadores hacen propaganda de industrias de equipamiento durante las competiciones. Es como si a un moribundo se le reprochara leer sin gafas.
A escala individual, el deporte es un medio competitivo para superar el horror del anonimato y de que la propia cabeza sobresalga sobre la del gentío. A escala política, el deporte es un medio de alienación de las masas y un medio de propaganda política. Esto no quiere decir que el deporte haya quedado definitivamente invalidado. Ni muchísimo menos. Cada día es más evidente que el deporte es algo consustancial con la supervivencia de la especie humana. El hombre industrial o hace deporte o sufrirá una mutación que puede acabar con sus propias características biológicas. Por otra parte tampoco es de desdeñar el papel de higiene depurativa que, para el espectador, pueden tener los espectáculos deportivos.
En una u otra función el deporte tiene un futuro honesto asegurado y su papel no sólo no disminuirá, sino que se acrecentará. Pero en el largo camino hasta la consecución de un deporte verdaderamente popular, verdadera incitación para la participación libre del pueblo, hay conquistas que no son deportivas: lentas, duras, difíciles. Hoy sabemos ya cómo debería ser la organización humana, en todas las dimensiones y desde la cultural a la económica. Precisamente por ello es tan doloroso captar las brutales diferencias que hay entre lo que debería ser y lo que es, entre un deporte programado para la mejora de la especie y un deporte programado para el control político de las masas. "¡Qué tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente!", ha escrito Durrenmatt. Pero ésta ha sido siempre la característica de la historia: luchar para que las leyes, las moralidades y las instituciones concordaran con lo que ya era justo y estaba legitimado por la realidad.
En la evidencia de este juego repetido, la lucha por un deporte realmente al servicio del hombre pasa por una toma de conciencia de su historia y mixtificación. En las páginas que siguen no sólo se verán mitos y odas triunfales, sino también un intento de comprensión global de algo determinante del mundo que compartimos: el Deporte, el mayor Espectáculo del Mundo, su más claro síntoma... Una irrevocable esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario