11 de octubre de 2010

Un "mass media" como otro cualquiera

El deporte ya tiene sobre su costillar casi cuarenta años de existencia como "mass media", como medio de relación de masas. En esos cuarenta años se han configurado los distintos deportes no de una manera espontánea o a tenor de políticas limitadas, de dinámica sectorial (barrio, municipio, región, etc.). El deporte ha tenido una programación política nacional en casi todo el mundo.
Era lógico, según los presupuestos deportivo-filantrópicos del siglo XIX y comienzos del XX, que así fuera puesto que el deporte se concebía como un servicio público, como una política de creación de instrumentos capaces de mejorar físicamente al pueblo. Pero la participación del Estado moderno en las políticas deportivas no ha ido por ahí y se ha dedicado a convertir el deporte en un medio de autopropaganda y, como ya he señalado, de diversión de la agresividad social de las masas. Estas dos perspectivas condicionantes han determinado que se atendiera ante todo a la protección de figuras capaces de cimentar el prestigio nacional (el prestigio del Estado) y a la protección de instalaciones deportivas colosales, capaces de convocar a las masas hacia esos enormes mausoleos de la tranquilidad civil. Una política deportiva realmente interesada en el deporte como promoción humana, hubiera atendido sobre todo a la creación de zonas deportivas indiscriminadas, de fácil acceso y utilización por parte de la inmensa mayoría. Existe un índice revelador de hasta qué punto una política deportiva se corresponde con una política democrática en todas las dimensiones: el respeto por las zonas libres para la práctica deportiva, poniendo freno a la especulación del suelo, y la obligación real de que la cultura física entre de veras y no teóricamente en los planes de enseñanza.
Pero, aun garantizados en muchos países estos puntos por la presión vigilante del electorado, a la política deportiva, en realidad anti-deportiva, le ha quedado un importantísimo medio de mixtificación: la conversión del éxito deportivo en un medio de promoción social individual. Esta evidencia ha ido decantando a los deportistas hacia los deportes social o económicamente más rentables y hoy podría hacerse una sociología del deporte según la relación de participantes de distintas clases sociales:
—A los deportes puros concurren fundamentalmente las clases medias cuyos miembros ya tienen estudios o medios económicos para proyectarse posteriormente.
—A los deportes comercializados concurren fundamentalmente las clases bajas en busca de la emancipación económica. Dentro de este apartado se evidencia otra subclasificación:                   los deportes más duros tienen sobre todo practicantes de humildísima condición. Son contadísimos los casos de boxeadores o ciclistas que no sean de origen proletario o lumpen-proletario.
Paradoja admisible es precisamente Onassis, quien acude en defensa de esta tesis. En cierta ocasión le preguntaron que por qué era Grecia un país de marinos:Porque es un país pobre y los pobres tienen que apechugar con los oficios más duros, los que le van dejando los que son menos pobres.
En el deporte pasa otro tanto. Federico Martín Bahamontes dijo en cierta ocasión que España es un país de buenos escaladores no sólo porque hay muchas montañas, sino porque el ciclismo es un deporte duro y está al alcance, con poco gasto, de las gentes más pobres. Basta una bicicleta y carretera por delante y ganas de no ser un don nadie.
Este planteamiento es humanísimo y tal vez nunca pueda o deba desterrarse de la acción humana: sobresalir es una forma de vivir más. Pero ha contribuido a aniquilar el verdadero sentido de lo deportivo, el verdadero carácter positivo de lo deportivo. Ese carácter positivo no es la "idealidad beatífica del deporte purísimo", sino la realidad del deporte al servicio de la salud y la mejora física del hombre.
El deporte se ha convertido en un medio de agrupar, controlar y desviar el lenguaje de las masas. Algo así como la Prensa, la Radio y la Televisión. Nada más alejado del aire libre y nada más cercano a la industria de la carne en conserva. Pero tal vez nada tan consustancial con los tiempos del "equilibrio del terror".

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