Así pues, el Deporte tenía ya en sus orígenes las mismas connotaciomes fundamentales que hoy podemos considerar: medio de formación física y espiritual, medio de esparcimiento para el público y medio de control de la conciencia del público. Solemos tener una educación histórica pésima.
La Historia que nos han enseñado es una historia construida sobre nombres y fechas y movida por misteriosas ráfagas. Si se realiza un ejercicio de autoclarificación se observará que, salvo en el caso de los muy iniciados o de los especialistas, la Historia se nos aparece como una sucesión de claros y oscuros.
Muy claro el clasicismo greco-latino, muy oscura la Edad Media, muy claro el Renacimiento, muy oscuro lo que le sigue hasta la explosión omnipotente de la burguesía. Y sin embargo esos períodos de oscuridad no significaron el letargo que generalmente se adjudica a la marmota; todo lo que ocurrió antes y después, allí crece y de allí arranca. Quiere esto decir que también en la parcela cultural de "lo deportivo" parece como si el deporte muriera con las invasiones bárbaras, resucitara en las cortes renacentistas, desapareciera sustituido por guerras de religión y coloniales y reapareciera, ya con su filosofía de fair-play construida y a punto de inaugurarse el Estadio de Wimbledon, de manos inglesas.El juego deportivo, como práctica y espectáculo, sobrevivió a los apagones históricos porque no era un hecho cultural obsoleto: era una necesidad perenne y como tal sometida al tránsito, la modificación y la supervivencia. Lo que sí había desaparecido con el mundo clásico era el marco urbano apto para grandes concentraciones de masas, y con esa desaparición se iban también formas deportivas condicionadas por la civilización urbana: los Juegos Olímpicos, por ejemplo. Pero cada comunidad, por pequeña y aislada que fuera, conservaba sus juegos deportivos ancestrales que han sobrevivido hasta nuestros días; entre nosotros, tenemos la demostración tan próxima de los juegos vascos. La fiesta de los toros ha sido durante siglos un espectáculo casi deportivo y sólo la literatura postromántica la ha convertido en show metafísico-plástico.
Los ejercicios físicos seguían ligados a la cultura del ocio y tenían expresiones "espectaculares" condicionadas por usos y costumbres sociales: los reyes de Francia jugaban al frontón y a un tenis primitivo; los lugareños levantaban piedras o concursaban en la tala de bosques. Estas prácticas deportivas, es decir, movimientos físicos gratuitos regidos por unas reglas previas, pueden aparecer a la óptica de un espectador actual como algo muy alejado de lo que hoy entendemos por deporte. Pero, si así pensara estaría muy equivocado. Casi todas las variantes deportivas actuales son modificaciones de usos deportivos antiquísimos que han viajado con la historia: el polo y el hockey sobre hierba eran juegos tradicionales del Punjab; el tenis está emparentado con el frontón jugado con raqueta; el juego con una pelota procede de prácticas de juego colectivo con balón que sirve de punto de partida tanto al fútbol, como al rugby, como al fútbol americano. Hay que desterrar la creencia de que los hechos históricos y sociales surgen por generación espontánea de una tabula rasa anterior. Cualquier descubrimiento científico se fundamenta en otros previos. La actual morfología de los usos sociales, los deportes por ejemplo, se debe a modificaciones y adaptaciones de formas preexistentes.
Sin embargo, ha habido una serie de factores objetivos que han hecho del Deporte lo que hoy entendemos por tal. El hecho objetivo fundamental es la aparición de las masas en la sociedad moderna y el imperio de una ideología competitiva al servicio de una sociedad competitiva. Los deportes modernos no nacen porque sí en el umbral del siglo XX y en el Reino Unido. Se conforman casi todos en Inglaterra porque allí estaba la primera potencia de la era industrial, la cabeza del ariete de la ideología competitiva y en la que mayor presencia iban tomando las masas urbanas.
El deporte iba a irradiar a todo el mundo movido por los higienistas que preveían la catástrofe biológica de millones de seres humanos "urbanizados", con sus movimientos atrofiados por la especialización laboral y los límites de la ciudad; pero paralelamente la irradiación la iban a alimentar los políticos, que veían en la práctica deportiva un medio de integración de la agresividad social condicionada por el industrialismo, y, finalmente, los pensadores al servicio del orden establecido propiciarían el deporte como una fórmula de participación simbólica en la competición; la victoria y el éxito al alcance de cualquiera: bien como ejecutante (como medium), bien como espectador inmerso en la catarsis.
Inglaterra, suprema cúspide de la pirámide del capitalismo occidental, tenía que ser forzosamente el faro alumbrador de todo el mundo, como en la actualidad puedan serlo Estados Unidos, la URSS o la República Popular China. Inglaterra empezó creando la moda del sport al alcance de snobs y pioneros, pero fue también la que encarriló esta moda hasta su verdadera meta de necesidad cultural colectiva. Entre 1890 y 1914, el deporte moderno dejó de ser una moda para ser una manía y convertirse posteriormente en una droga. Aparentemente, los deportes modernos eran hijos de la democracia: estaban al alcance de todos como sujetos agentes o pasivos. Es indudable incluso que gran parte de su publicidad procedía de la evidente necesidad de salvar al género humano de la atrofia física con que le amenazaba la civilización urbana.
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