Los procesos de civilización: Norbert Elias y Eric
Para la explicación de las transformaciones que dieron lugar a la sociedad contemporánea, Norbert Elías (1987) diseñó una completa teoría sociológica que se conoce como “el proceso de civilización”. En síntesis viene a decir que a partir del siglo XV se producen en la sociedad europea todo un conjunto de transformaciones propiciando la aparición de una compleja red de interdependencias como consecuencia de la paulatina desaparición del régimen feudal por el empuje económico y social de nuevos grupos como los banqueros, comerciantes e industriales, el núcleo social fundamental de las ciudades. A partir del siglo XVI tiene lugar un rápido cambio en las pautas de comportamiento social en la aristocracia europea que, desde el siglo XVIII se difunde a toda la sociedad.
Se trataría de la transformación, a través de la adopción de todo un conjunto de restricciones, de la aristocracia caballeresca, guerrera, en otra de carácter cortesano, más refinada y civilizada. Con la instauración de la Corte, se genera un nuevo código moral que será aceptado por los caballeros cortesanos, el valor guerrero pierde importancia y se va produciendo de manera lenta un control de la violencia en las relaciones sociales. La consecuencia de esto será que el umbral de repugnancia frente a los actos violentos y sangrientos, como manifestaciones directas de las relaciones sociales violentas, disminuye de manera considerable desde la Edad Media hasta el mundo contemporáneo.
Este proceso ha sido sintetizado por Dunning (1993) quién señala que a lo largo de la Edad Moderna en Europa occidental se produce un refinamiento de los modales y estándares sociales que se complementa por la presión social ejercida sobre las personas para que ejerzan un estricto, previsible y continuo autocontrol de sus sentimientos y conductas. Se trata de un proceso no planificado, pero que ha tenido como consecuencia que se impongan las presiones internas sobre las externas, con un incremento de la importancia de la conciencia como regulador del comportamiento: los estándares sociales se han interiorizado de tal manera que el control no se ejerce únicamente de manera consciente, sino que a un nivel más profundo han dado lugar a la aparición de los sentimientos de culpa, ansiedad y vergüenza. Un aspecto destacado de este proceso ha sido el reforzamiento de la regulación normativa de la violencia y la agresión que se une a la progresiva disminución de la predisposición de cada vez más gente a obtener placer presenciando o tomando parte directa en actos violentos. El “umbral de repugnancia” en relación a las matanzas sangrientas se ha situado más abajo y la gente en nuestros días está más predispuesta a retirarse de la presencia de las mismas, al mismo tiempo, la interiorización señalada ejerce una prohibición más estricta sobre la violencia, haciendo que los sentimientos de culpa se manifiesten, en general, cuando no sea respetada dicha prohibición. El rechazo, individual y social, de la violencia hace que ésta deje de ser visible, que se oculte incluso cuando es legítima, como es el caso de las ejecuciones, y también que aquellas personas que obtienen placer a través de ella se describan como enfermos o asociales.
Continúa Dunning indicando que el proceso civilizador en Occidente se desarrolló a través de las luchas violentas entre los reyes y los señores feudales, lo que ocasionó que en las naciones-estado que se constituían, el monopolio de la violencia quedara en manos del poder central, y se constituyera, junto con el derecho a establecer los impuestos, en el principal medio de gobierno. El proceso civilizador sería, en última instancia una función de la formación del Estado y del incremento de la riqueza, en Europa habría sido dirigido por los grupos socialmente superiores y, de este modo, también los estándares de comportamiento por ellos diseñados se extenderían progresivamente hacia los niveles más bajos de la escala social.
Este esquema de evolución social hacia una mayor “civilización”, será aplicado por el propio Norbert Elías y por el propio Eric Dunning al estudio del deporte. El trabajo de ambos daría lugar a la creación en la Universidad de Leicester de un grupo o escuela que aborda el estudio de diferentes aspectos del deporte, en especial de aquellos relacionados con la violencia, desde esta perspectiva de los procesos de civilización, y que ha dado lugar a multitud de publicaciones entre las que podemos destacar Deporte y ocio en el proceso de la civilización (1992), elaborada por los dos autores citados y que constituye una magnífica síntesis del esquema teórico y de las preocupaciones que tienen cabida en esta escuela.
La aparición del deporte se explica así desde una perspectiva que cabe calificar como socio-política. Las causas de su aparición se ponen en conexión directa con el proceso civilizador que vive la sociedad inglesa y, más en concreto, señalando el paralelismo existente entre el desarrollo de una nueva estructura de poder en el siglo XVIII y las transformaciones de los pasatiempos tradicionales. El origen y expansión del deporte en la Inglaterra del siglo XVIII formaría parte de la progresiva pacificación de las clases altas del país: a las tensiones sociopolíticas vividas a lo largo del sigo XVII, al enfrentamiento entre nobleza y clases altas terratenientes por el ejercicio del poder, seguiría en el siglo XVIII la constitución de un nuevo entorno político en el cual las diferencias podrían ser solventadas de forma pacífica y en el que era posible la alternancia en el poder sin enfrentamientos violentos ni venganzas de ningún tipo. Este proceso, que daría lugar a la aparición del parlamento moderno y del gobierno parlamentario, fue posible porque las clases sociales enfrentadas asumieron un código ético de conducta que permitió los “enfrentamientos” sin violencia en el marco parlamentario. Las habilidades militares, antes imprescindibles para imponer el poder, fueron sustituidas progresivamente por otras de carácter pacífico, entre las que destacan la persuasión, oratoria, negociación, etc. y esto significó, a su vez, el desarrollo de una mayor capacidad de autocontrol y de la sensibilidad sobre el empleo de la violencia. Estas transformaciones políticas se extenderían también a los pasatiempos tradicionales de modo que el proceso de parlamentarización de las clases altas tendría como correlato la deportivización de sus pasatiempos.
Este proceso de deportivización de los pasatiempos se desarrollaría en dos fases, la primera se inicia en el siglo XVIII entre la aristocracia y la nobleza rural, la segunda en el siglo XIX, en el momento en que la burguesía ascendente comienza a compartir el poder con los grupos terratenientes. En el primer período se procede a la regulación del boxeo, la caza del zorro, las carreras de caballos y el cricket; en el segundo serán reguladas las formas de competición deportiva, con la aparición del fútbol, el rugby, hockey y tenis. Afirma Dunning que este predominio de deportes con balón y formas deportivas no violentas, sobre aquellas en las que se producía la muerte de la presa, significa un importante cambio civilizador. La aparición de estas primeras formas deportivas se produce en el marco de una sociedad pacificada y sujeta a normas de control parlamentario. Un aspecto importante es que los deportes citados significaron las eliminación de algunas formas de violencia física, introduciéndose entre los participantes la exigencia de un autocontrol estricto sobre sus impulsos violentos y agresivos, para hacer esto más efectivo aquellos deportes que implican formas de juego-lucha se controlaron a través de funcionarios que no imponían castigos físicos, sino que las sanciones adoptaron la forma de penas específicamente deportivas (Dunning, 1993).
El deporte se constituye de este modo como una representación mimética de combates o batallas físicas autocontroladas, codificadas y reguladas a través de todo un conjunto de normas que limitan el empleo de la violencia y prohíben el daño físico intencionado entre los contendientes. Desde la perspectiva del espectador, la escenografía deportiva tiene como consecuencia que, de manera mimética, se despierten emociones o tensiones asociadas a la excitación que se produce en otras situaciones o actividades más arriesgadas, un proceso que contribuye a transformar el deporte en una actividad con importantes efectos catárticos y liberadores que contribuyó de manera importante al proceso civilizador en la sociedad inglesa (Elías y Dunning, 1992).
A pesar del atractivo de la teoría propuesta por Elías ésta no ha dejado de estar sometida a críticas. Para Lagardera (1995a) el énfasis puesto en el refinamiento de las relaciones cortesanas y su progresiva predisposición a no tolerar la violencia como clave interpretativa representa un análisis sociohistórico incompleto. En su opinión no se puede argumentar que la sociedad cortesana nace a través de las prebendas y afecciones del poder real cuando el monarca, para ejercer la coerción precisa de todo un ejército bien pagado y pertrechado. Además el surgimiento del poder burgués, que ejerce una importante presión social sobre la nobleza y el propio rey a través de la exigencia del pago en metálico de las mercaderías y de los préstamos, resulta clave para entender el desarrollo de toda la Edad Moderna, pero no es algo que aparezca en el siglo XV sino que comienza en plena edad media con el desarrollo de los mercados en los burgos adosados a los castillos y, posteriormente, en las ciudades que se consolidan como espacios libres de las cargas y servidumbres feudales. Citando a Hargreaves, señala cómo, en el ámbito del surgimiento del deporte, los pasatiempos fueron pseudo-militarizados en Inglaterra, por un Parlamento que, en el siglo XVIII, sólo representa a una parte de la población y los pasatiempos tradicionales serían reconstruidos en la Inglaterra del siglo XIX bajo el patrocinio de la alta burguesía. Lo que significa que en la configuración del deporte en Inglaterra juegan un papel importante y destacado los elementos coactivos ejercidos por el poder político, cuyo objetivo final era acomodar la dinámica social a los intereses productivos.
A pesar de esas críticas, Lagardera destaca como aportación fundamental de las tesis de Elías y Dunning la consideración de que el deporte no es un simple pasatiempo, inocuo e intrascendente, sino que constituye una de las claves sociales que nos permiten comprender el origen y la evolución de la sociedad contemporánea.
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