Otras teorías.
Aunque el juego, la religión y el ritual o el modo de producción se pueden señalar como las formas de entender el origen deporte que más aceptación han tenido entre los diferentes estudiosos del tema, no son las únicas. La guerra como génesis del mismo o las teorías biologicistas derivadas del impacto de la teoría de la evolución de las especies desarrollada por Darwin también han tenido una importante repercusión.
Situar el origen del deporte como una derivación de la guerra es algo que parece flotar tanto en la interpretación de los juegos agonales como en la perspectiva marxista. La manifestación del agón alcanzaba, como hemos visto, su punto culminante en el combate y se derivaba de la ideología de una clase aristocrática, militar y guerrera; para el marxismo, la guerra surge en el momento mismo en que lo hace la civilización y, la preparación para la misma, a través de diferentes ejercicios corporales, sería uno de los elementos iniciales de un proceso educativo conscientemente diseñado.
No cabe duda que, a lo largo de la historia, el militarismo –y la propia guerra– ha constituido y todavía constituye en la actualidad uno de los motores fundamentales para el desarrollo y evolución de la humanidad, por otra parte, grandes pensadores de la Antigüedad clásica, como es el caso de Aristóteles, han considerado que la guerra era un hecho natural y, en consecuencia, también lo era el derecho del más fuerte a imponerse sobre el débil. Una línea de pensamiento que se mantendría a lo largo de la historia señalando la conveniencia de la guerra, su legitimidad o su utilidad. Debemos tener presente que las tesis sobre la bondad natural del hombre son recientes en la historia y no comienzan a aparecer hasta la época renacentista.
La relación entre el deporte y la guerra es más que evidente para muchos estudiosos, ya sea entendida esta relación como preparación o bien considerando el deporte como una forma de domesticación de la guerra. En general la tesis que sirve de soporte a esta argumentación parte del pensamiento de Thomas Hobbes, a quien se considera como el fundador de la teoría del contractualismo moderno. Para este pensador del siglo XVII el hombre se mueve por el interés, dando prioridad a la consecución de su propia felicidad; las consideraciones racionales y las virtudes morales serían la consecuencia de las restricciones externas impuestas a las pasiones. A partir de estas premisas diseña su teoría política: supone como origen de la sociedad una situación de guerra de todos contra todos o estado de naturaleza en cual que los individuos persiguen su propio interés de forma egoísta y salvaje; esa búsqueda del interés propio les hace entrar en conflicto, por lo tanto, el estado de naturaleza se caracteriza fundamentalmente por la violencia, que Hobbes expresa en una frase que ha hecho fortuna: el hombre es un lobo para el hombre. Para evitar esta situación los individuos llegan a acuerdos, pactan, cediendo una parte de sus intereses egoístas a cambio de obtener la paz. Esta transferencia de derechos da lugar al contrato social, un contrato inestable por cuanto los ciudadanos transfieren sus derechos al imperio único de un soberano que garantice la seguridad y la estabilidad del Estado.
Adaptando el esquema hobbesiano, el deporte aparece vinculado a la guerra, ya sea en el sentido del “estado de naturaleza” teorizado por aquél, como preparación para misma, o bien en la necesidad de renunciar al uso de la fuerza que significa la constitución de la sociedad civil, o lo que es lo mismo, la utilización del deporte como sustituto o para domesticar la violencia y la guerra.
Un repaso a la historia nos sirve para constatar que la educación física ha tenido en muchas ocasiones una clara dimensión premilitar, y en este sentido el modelo pedagógico de Esparta, que se convierte en una ciudad-campamento, es el caso más citado; pero, en fechas recientes, la institucionalización de la gimnasia –a lo largo del siglo XIX– se hizo estableciendo una relación muy estrecha entre el cuartel y la escuela, entre gimnasia militar y escolar, con la pretensión de crear buenos ciudadanos en disposición de defender a la patria. En el caso francés sobre todo, la institucionalización de la gimnasia, su introducción en el sistema educativo, estuvo impulsado indudablemente por el espíritu revanchista tras la derrota en la contienda franco-prusiana. Y, ya en el siglo XX y sin salir de nuestro país, la dictadura del General Primo de Rivera, en los años veinte, implantó un modelo de educación física que, precisamente, se definía y reconocía como premilitar.
El segundo aspecto en la relación del deporte con la guerra –su domesticación– también recorre la historia, generalmente se cita como ejemplo más acabado las treguas que establecieron los griegos para celebrar sus juegos y que eran respetadas por todos. Una relación más directa con el modelo hobbesiano se señala en la transición de una sociedad violenta, como era la estamental, a otra más pacífica donde se practica el deporte, y en esta línea se entiende también la pervivencia de ciertas prácticas deportivas como pueden ser el boxeo y la esgrima: lo que antiguamente constituía un combate que finalizaba con la mutilación o la muerte se reduce ahora a una práctica reglamentada.
El prestigio que la biología adquiere en el siglo XIX, en especial desde el planteamiento de la teoría de la evolución de las especies por selección natural que realiza Darwin, tendrá un enorme impacto en otras ciencias y, en lo que hace a las ciencias sociales, llevará a que algunos autores intenten desarrollar un correlato entre biología y cultura, entre evolución natural y evolución social. El máximo representante de esta corriente sería Herbert Spencer, que aplica el principio de la evolución a la biología, la psicología y la sociología. En biología la evolución se manifiesta a través del principio de adaptación, pues la supervivencia del más apto da lugar a formas de vida cada vez más complejas y perfectas; en psicología, la adaptación de la conciencia a los procesos fisiológicos da lugar a las facultades superiores; finalmente, en sociología el hombre se adapta al medio mediante del desarrollo de las capacidades individuales, que deben estar siempre al servicio de la sociedad. Para Spencer, si en el mundo animal solo sobrevivían los mejor adaptados y los más fuertes, lo mismo sucedía con los individuos y los pueblos, por lo que la especie humana progresaba y evolucionaba a través de sus luchas sociales y nacionales, que hacían posible que el poder recayese siempre en los que mejor se adaptaban en la lucha por la vida.
En relación con el deporte y la educación física, las tesis de Spencer se pueden resumir en la idea de que la primera condición que debe tener el hombre es la de ser un buen animal, estar perfectamente preparado para una adecuada adaptación al medio y para la lucha por la existencia. En sus reflexiones sobre la educación realiza una dura crítica a la gimnasia, que entiende como un puro artificio; considera que los defectos que se pueden ver en la juventud de su época son consecuencia de la escasa alimentación, la deficiencia del vestido y, sobre todo, de la restricción de los juegos infantiles que tienen como consecuencia la debilidad físico-corporal. Mantiene que es preciso educar a los niños no sólo para la “lucha intelectual”, sino también par la “excesiva fatiga que sobre ellos pesará”. Lo artificioso de la gimnasia consistiría en que aparece como un sustituto del ejercicio espontáneo que significa el juego y para remediar los males que precisamente la prohibición de este último ocasiona; si bien es mejor el ejercicio gimnástico que ninguno, lo considera inferior al juego espontáneo por la ausencia del placer que éste encierra y concluye que no debe sustituir “a los ejercicios por la naturaleza indicados”.
Más allá de las propuestas de Spencer, en las teorías sociobiológicas, partiendo de la relación que se cree encontrar entre lo biológico y lo social se intenta establecer el origen de la educación física y el deporte desde la apreciación de que los ejercicios físico-corporales no serían sino mecanismos que el hombre ha creado con la finalidad de adaptarse al medio y sobrevivir. La previsión humana impone que aquellos ejercicios que han demostrado ser más convenientes en esta lucha por la vida, continúen practicándose con la finalidad de conseguir una mejor adaptación al medio, es decir, de entre todos los posibles ejercicios sólo aquellos que contribuyan a una mejor preparación física que garantice el éxito serán adoptados en función de las condiciones que determinan a cada cultura específica
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