11 de octubre de 2010

El deporte como objeto de estudio de la historia

 Ponían de manifiesto, no hace mucho tiempo, Betancort y Vilanou (1995) que tanto la historia de la educación física como la del deporte carecen en España de una tradición consolidada. De hecho sólo a partir de los años sesenta con la publicación de la revista Citius, Altius, Fortius se puede decir que empieza a abordarse su estudio de una forma realmente rigurosa.  
Esta última constatación no nos debe extrañar si lo situamos en la doble perspectiva de, por un lado, el retraso en la recepción de los nuevos paradigmas historiográficos contemporáneos en España y por otro, en el hecho de que la creación del primer centro destinado a la formación de los profesionales de la Educación Física y el deporte data, precisamente de esa época. A partir de la década de los setenta estos retrasos han ido progresivamente superándose, aunque, como bien han señalado los autores citados, las historias sectoriales se encuentran todavía en nuestro país en un proceso de definición epistemológica y metodológica que, en el caso del deporte, tiene como consecuencia que en los tratados generales éste se encuentre todavía significativamente ausente.

El deporte, por muy diferentes razones, no ha sido hasta fechas muy recientes objeto de la atención de los historiadores profesionales. En este sentido se pueden extrapolar las consideraciones que E. Dunning realizaba con respecto a la sociología, cuando afirmaba que “... en la percepción de la tendencia que orienta el pensamiento reduccionista y dualista occidental, el deporte es entendido como una cosa vulgar, una actividad de ocio orientada hacia el placer, que comprende al cuerpo más que a la mente, y sin valor económico. Como consecuencia de esto, el deporte no es considerado como un fenómeno que se vincule con problemas sociológicos de significado equivalente a los que habitualmente están asociados con los temas “serios” de la vida económica y política” (Elias, N. y Dunning, E., 1992). Sin valor económico y considerado vulgar, los historiadores, tal como los sociólogos, insisten en percibir al deporte como un objeto de estudio con un carácter secundario que no es digno de entrar a formar parte de las dimensiones utilizadas habitualmente para el estudio de la sociedad.

Los resultados de esta falta de interés desde la disciplina histórica han sido que, en general –con todas las injusticias que las generalizaciones tienen, puesto que, como en todo, aquí también hay excepciones- la historia del deporte se haya limitado a un mero carácter testimonial y anecdótico, carente en absoluto de cualquier tipo de contextualización general cuando no, a un simple acopio de datos, fechas, marcas, estadísticas, proezas, nombres y resultados, más propio de la crónica periodística que de una ciencia social. De cara a los futuros profesionales de la Educación Física y el Deporte, en muchos casos, la historia que se les ofrece se limita a una presentación de nombres y hechos, considerados como relevantes, encasillados en el interior de los grandes períodos en que se divide la Historia General, a partir de una confusa, cuando no ausente, comprensión historiográfica (Andrade de Melo, 1997). En otras ocasiones, lo que se pretende es estudiar esta historia a partir de conceptos y esquemas diseñados y operativos para la comprensión del presente pero que, descontextualizados, dan lugar a una imagen distorsionada, por no decir falseada, del pasado.

A pesar de todo este sombrío panorama la situación comienza lentamente a cambiar y la historia del deporte reclama un hueco entre los demás objetos de atención e investigación histórica. No es ajeno a ello la creación del la Sociedad Internacional de Historia de la Educación Física y el Deporte (ISHPES) con sede en la Universidad Católica de Lovaina cuya   actividad   ha   dado   lugar   a   múltiples   conferencias   y   congresos
sobre la más variada temática relativa siempre, claro está, al deporte y la Educación Física, o la actividad del Comité Europeo de Historia del deporte que, en el año 2002 celebraba su VII congreso bajo el título “Deporte e Ideología”; también la multiplicación de publicaciones sobre deporte que, entre otras temáticas, recogen trabajos sobre este ámbito de estudio son indicadores de que la consideración histórica de este objeto está adquiriendo progresivamente una mayor importancia y valoración científica. En este sentido, muchos autores coinciden en señalar que en la década final del pasado siglo se produce en España y de manera definitiva la eclosión y consolidación de los estudios sobre la actividad física en general y el deporte en particular, entre los que no está ausente la perspectiva histórica (Martínez Gorroño, 2001).

El criterio que, de manera general, se suele seguir a la hora de conferir estatus de legitimidad académica a un determinado tema consiste en la exigencia de que éste cumpla con una serie de requisitos, de entre los que se pueden destacar dos como fundamentales: en primer lugar la relevancia social del objeto de estudio y, en segundo lugar, la capacidad que una determinada disciplina posee para ofrecer una contribución efectiva a la mayor comprensión de los problemas planteados.

En lo relativo a la relevancia del tema, no cabe duda que la magnitud que el deporte alcanza a lo largo del siglo XX, convirtiéndose en una poderosa industria de entretenimiento, con capacidad para movilizar un enorme volumen de capitales, tanto privados como públicos, de generar intensas corrientes de intercambio a escala planetaria, además de fomentar sentimientos de identidad territorial a muy diversos niveles, lo convierte en un aspecto de la sociedad a tener en cuenta. No es necesario ser un especialista para percatarse de las dimensiones del fenómeno deportivo en el mundo actual: es más que suficiente con echar un vistazo al espacio o el tiempo reservado a los deportes en los medios de comunicación (Mascarenhas, G., 1999).

Son muy diversos los ámbitos en los que la historia del deporte puede aportar un mayor conocimiento a la historia general. Utilizar y pensar el deporte como objeto para explicar las relaciones sociales, es decir, en el ámbito de la Historia Social, no es ninguna novedad. Eric Hobsbawm (1989) lo sitúa como uno de los elementos capaces de establecer la pertenencia a la burguesía o a la clase media, en la Inglaterra de finales del siglo XIX y principios del XX: “…debían distinguir claramente los miembros de la clase media de los de las clases trabajadoras, de los campesinos o de otros ocupados en trabajos manuales, y debían presentar una jerarquía de exclusividad, sin eliminar la posibilidad del candidato de ascender los peldaños de la escala social. Un estilo de vida y una cultura de clase media era uno de estos criterios: una actividad ociosa y especialmente la nueva invención, el deporte, era otro; pero el principal indicador de pertenencia de clase paulatinamente vino a ser, y siguió siendo, la educación formal”. También como una tradición inventada, Hobsbawm propone el estudio del deporte como un instrumento, entre tantos otros, utilizado para inculcar ciertos valores y normas de comportamiento a través de la repetición. De esta manera, el deporte puede ser un indicio, un indicador, de las relaciones humanas y de las acciones que las legitiman, pudiendo, en algunos casos, actuar como soporte de la cohesión grupal. Para este autor, el deporte para la clase media representaba el intento de desarrollar un nuevo y específico modelo de ocio y un estilo de vida, un criterio flexible y amplio de admisión en un grupo, además de eso, el ascenso del deporte proporcionó nuevas expresiones de nacionalismo a través de la escuela o creación de deportes nacionalmente específicos (Hobsbawn, E. y Ranger, T., 1984).


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